La palabra gracias proviene del latín gratia “reconocimiento”, “favor”, derivado de gratus “agradable”*.
La “gracia” entendida como regalo y/o virtud, es un instante de conciencia, de valoración. Por el contrario, la ingratitud hacia uno mismo o proveniente de otros duele en demasía.
Citando a Neale Donald Walsch* la oración correcta no es de súplica, sino de gratitud; la gratitud es, pues, la más poderosa afirmación dirigida a Dios/Divinidad/Lo Superior; una afirmación a la que El habrá contestado antes de que haya sido formulada.
En el Hoponopono, es una de las 4 palabras gatillo (lo siento, perdóname, te amo, gracias) que se emplea de manera constante.
Cotidianamente, se utiliza para reconocer algún favor. Sin embargo, pocas veces somos conscientes de la profundidad y poder de esta sencilla palabra, es decir, desconocemos la inmensa energía que se emana al pronunciarla.
El poder elevar tu mirada al cielo o cerrar los ojos y centrarte en tu corazón, pronunciando agradecimiento a Dios/Divinidad/Lo superior por un nuevo día, por haber librado alguna enfermedad, por tener alimentos, techo, por haber llegado al final del día sano y salvo, por tu familia y amigos o incluso agradecer por lo que no tienes, produce frecuencias divinas. Es la llave que abre puertas infinitas de bendiciones.
El incorporar pequeñas prácticas de agradecimiento a tu vida, como, por ejemplo, repetir dichas palabra más veces al día, vocalizarla 3 veces, antes de que tus pies toquen el suelo al levantarte, incorporar alguna meditación o mantra de gratitud, te permitirá fluir con la energía divina del agradecimiento.
Y siendo así, en este preciso momento agradezco infinitamente que te hayas tomado el tiempo de leer. ¡Gracias!
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